viernes, 14 de octubre de 2011

Perdidos en la ciudad


 En la ciudad está tu nombre. En cada esquina se cae tu voz. Entre las raíces de los árboles que sobresalen de la tierra, tus cabellos descansan.
Tu piel es de luz y tiene aroma a mentas y ron; sin embargo, tus manos rocían de caricias al viento, y tu vientre se enciende de fuegos multicolor. La figura de tu rostro es lineal a la felicidad, tus uñas reflejan el pasado penoso, pero tu lengua lame la miel y la sal del amor. Aunque tus dientes no puedan triturar las cadenas con candados, tu saliva es paciente al igual que tus gustos y sabores.

Puedo verte y sentirte en la luz de cada calle, en el rocío de la madrugada, en los bares, tiendas, teatros, colectivos, trenes y bicicletas, siendo todo y nada a la misma vez, siendo un reloj biológico que se adelanta, constantemente, a una vida que todavía no le toco vivir.

Creemos saber e inventamos creer saber. Uno no sabe nada, siempre está inventando, de eso se trata, al final, la esencia trasmuta y reencarna en una sola palabra que contiene millones de

 partículas de emociones y sentimientos al nombrarla, amor...
Anónimos en melodías. Palabras, imágenes y cuerpos sin nombres ni edades.

Texto: Mariano Zabala
Imagen: Malva Molina

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